martes, 20 de abril de 2010

Un terreno

Alain de Botton
La arquitectura de la felicidad (2006)

Un terreno en algún lugar... Durante algunos cuantos millones de años permaneció dormido bajo un manto de hielo. Luego un grupo de personas de mentón pronunciado se establecieron en él, encendieron fuegos y, sobre un pedestal de piedra, sacrificaron algún animal en honor de dioses extraños. Pasaron milenios. Se invento el arado y se sembro trigo y cebada. El terreno perteneció a los monjes, después al rey, mas tarde a un comerciante y finalmente a un granjero que recibió una generosa suma del gobierno para cederlo al progreso de las margaritas y tréboles. 


El terreno ha tenido una vida accidentada. Un bombardero alemán que se desvió de su objetivo lo sobrevoló durante la guerra. Algunos niños han interrumpido largos viajes en coches para vomitar en sus linderos. Algunas personas se han tumbado en él al anochecer y se han preguntado si las luces que había sobre ellos eran estrellas o satélites. Los ornitólogos lo han atravesado a pie y han avistado familias de colirrojos... los zorros han merodeado por él. Los ratones han salido a explorarlo. Las lombrices han mantenido la cabeza bajo su tierra. 


Pero el tiempo se acaba para el terreno. El trozo donde crecen los dientes de león pronto serán el salón del numero 24. Unos metros más allá, entre las amapolas estará el garaje del numero 25, y allí, entre las flores blancas, su comedor, donde alguien que aun no ha nacido discutirá con su padres un día. Sobre el seto estará la habitación del niño, decorada por una mujer que trabaja ante un ordenador en una oficina con aire acondicionado de un parque empresarial cercano a una autopista. Un hombre en un aeropuerto del otro lado del mundo echará de menos a su familia y pensará en su hogar, cuyos cimientos se excavarán  donde hay un charco. La urbanización hará todo cuanto pueda para reflejar su época y demostrar su inevitabilidad, y no dirá nada de los colirrojos, los picnics, o las largas noches de verano...  

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